Us

Nosotros

Estábamos acostados en la cama, con las luces apagadas, y el zumbido de la ciudad allá afuera. Ese tipo de silencio donde la conversación se vuelve más profunda sin que uno lo intente.

—¿Sabes qué es lo más difícil de ser artista? —dijo él.

Me giré, medio dormida.
—¿Qué?

—Tienes que disciplinar tu mano, tu mente y tu corazón. Los tres. Al mismo tiempo.

No dije nada. Él siguió hablando.

—Tienes que controlar tus emociones, tus impulsos, incluso cómo responde la gente a tu trabajo. Terminas intentando manejar cosas que no te tocan manejar.

—Como las reacciones de los demás.

—Exacto —dijo—. Terminas intentando controlar lo que no se puede controlar.

Nos quedamos un rato en silencio.

—Creo que de ahí viene la verdadera libertad —dijo—. Cuando aprendes a controlar los tres.

Sonreí en la oscuridad.
—Todavía estás trabajando en ese trio ¿no?

Soltó una pequeña risa.
—Sí. Mi mente es la parte más difícil. Puedo empezar cualquier cosa. Puedo tocar durante horas. Pero nunca termino. Me aburro. O empiezo a dudar de todo.

Me acomodé en la almohada.
—Ese nunca ha sido mi problema.

—¿No?

—No. Yo siempre termino. Es como aprendí.

Se giró hacia mí.
—¿Cómo?

—No tenía la opción de no hacerlo. Donde yo crecí, no terminar algo era quedarte sin nada. ¿Quieres comer? Haces algo. ¿Quieres que te vean? Te presentas. ¿Quieres sobrevivir? Terminas las cosas. No había espacio para un “quizás después”.

Se quedó callado.

—Nunca esperé a que llegara la inspiración —le dije—. No tenía ese lujo. Trabajaba. Vendía. Creaba algo de la nada, y luego lo volvía a hacer. Porque tenía que hacerlo. Porque nadie lo iba a hacer por mí.

—Ese tipo de presión… es fuerte.

—Si —dije—. Vive en tu cuerpo. No desaparece solo porque la vida se vuelva más fácil después. Aún la siento—como si, si no me muevo, algo se fuera a desmoronar.

Asintió lentamente.
—A veces me gustaría tener eso.

—No quieres la presión. Pero sí quieres la disciplina.

—Sí.

—Bueno —dije—, no necesitas el miedo para enseñarle a tu cerebro a terminar. Solo tienes que entrenarlo. Dale una razón. Ponle una meta. No para que sea perfecto—solo para que esté terminado.

Se quedó pensando.

—Lo intentaré —dijo.

—Yo sé —le dije—. Y mira—el hecho de que yo termine no significa que siempre sea sano. Yo estoy tratando de cambiar mi método para que el camino sea mas sano. Tú estás tratando de construir el final. Solo estamos en extremos distintos.

Volvimos a quedarnos en silencio. Misma cama, misma ciudad, dos artistas tratando de entenderlo. El aprendiendo a terminar lo que empieza y yo a aprendiendo a descansar.

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