The Fall

La Caída

Tú me enseñaste todo lo que parecía imposible. Me enseñaste a leer, a escribir, las tablas de multiplicar… pero más que eso, me enseñaste a confiar en que mi mente, que siempre iba más rápido que el resto, no era un defecto, sino un regalo. Recuerdo cómo te esforzabas para seguirme el ritmo, como si mi curiosidad fuera un tren que no admitía paradas, y tú aprendías, una y otra vez, para enseñarle algo nuevo a tu niña.

Me acuerdo del día en que me empezó a gustar la física. Tenía tantas preguntas, tantas ganas de entender el mundo, y tú te sentaste conmigo a explicarme que la energía potencial gravitatoria se transforma en energía cinética. Me dijiste que eso significaba que mientras más alto cae algo, más energía acumula, y por lo tanto, el impacto es más destructivo. No lo sabía entonces, pero esa frase se quedaría tatuada en mí para siempre.

Años después, cuando el altar que te había construido en mi mente se vino abajo, entendí lo que de verdad significa la energía cinética. Cuanto más alto había puesto mi idea de ti, más fuerte fue la caída cuando te vi como eres: un hombre, con tus errores, con tus grietas. 

Tuve que perderte para entenderte. Perder la imagen perfecta de ti para conocerte de nuevo, esta vez sin idealizaciones, sin el filtro de la niña que te adoraba sin preguntas. Y hoy, nuestra relación se siente más real porque no se basa en la perfección que yo inventé, sino en la verdad que existe entre nosotros.

Ahora te miro de frente. Te amo como eres, no como pensé que debías ser.

Creo que ese es el aprendizaje más profundo de crecer: aceptar que nuestros padres no son héroes, son personas. Y, a veces, solo cuando se rompen los altares, puede querer honestamente.


Regresar al blog