Hoy, en esta columna del periódico El Tiempo, vi mi foto. Y no era cualquier foto: era de esos momentos que se quedan incrustados en la piel, los que te recuerdan que hay instantes en los que ser colombiana, ser mujer y ser creativa es un honor que arde por dentro.
Esa imagen me llevó de vuelta a uno de los 15 días que pasé en la selva del Catatumbo, en el Espacio Territorial de Capacitación de Caño Indio. Allí conviví con un grupo de mujeres que un día entregaron sus armas para recibir, en su lugar, máquinas de coser. Mujeres que decidieron intentar la hazaña de reinventarse, de buscar en el ruido del monte y en el silencio de las noches una forma de seguir vivas, pero sobre todo, de seguir siendo.
Fui con Lina Garcés, colega y amiga de la industria de la moda. Dormimos en la casa de Kate, y fue allí, en medio de la selva que aprendí el poder milenario de la Luna.
Durante esos días, entre telas y tijeras, les enseñé a cortar y coser las faldas IXORA. Pero en realidad, fueron ellas quienes me enseñaron a mí: que la verdad depende siempre del lado de la historia desde el que se mira, que en la guerra no hay verdades absolutas, excepto una: todos queremos paz.
Escuché sus historias, viví con ellas, lloré con ellas. Nos hicimos una sola piel de mujer, unidas por lo que nos ha tocado y lo que aún nos toca cargar.
El artículo de hoy en El Tiempo habla de lo que ha pasado desde entonces: cómo los últimos años de violencia han apagado muchas de esas máquinas de coser. Pero también cuenta algo que me llena de fuerza: la esperanza que dio inicio a IXORA sigue viva. Luchando. Haciendo ruido donde el silencio amenaza.
Por eso los invito a leer ese artículo. A mirarse un momento en ese espejo incómodo que es la guerra, pero que también está hecho de sueños y manos que no se rinden. Y si es posible, los invito a comprar una prenda menos en Zara y una prenda más en IXORA. No es caridad, es historia hecha costura.
Para mí es un honor haber compartido esos días en la selva, haber dejado un pedazo de mí en cada falda, en cada abrazo. Es un honor llamar a esas mujeres, mis queridas amigas IXORA.